El argentino y secretario de Derechos Humanos de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), en diálogo con el sitio oficial de FUCVAM, destacó el intercambio de conocimiento que hubo con nuestra Federación para brindar vivienda a la población más vulnerable.
Lito Borello comenzó a militar en secundaria, primero lo hizo en el peronismo, junto a los montoneros. La dictadura argentina interrumpió su militancia, hasta que, luego de un breve paso por la Juventud Comunista, volvió rápidamente al peronismo que, según sus palabras, “es la identidad popular más fuerte en mi país”, aunque ya no esté ligado a “la estructura del Partido Justicialista (PJ)”.
Borello reivindica “un peronismo mucho más silvestre” vinculado a las ideas de Perón y de Evita, pero no a las “estructuras burocráticas”. Su militancia es de la base, para las bases. A partir de la década de los 90, con la crisis económica, comenzó a organizarse la UTEP para incorporar a aquellos trabajadores que, siendo informales, necesitaban juntarse para materializar sus derechos.
Toda la economía informal nació con el neoliberalismo que expulsa y aumenta la informalidad, sintetizó Borello.
Mientras América Latina se liberaliza, esta organización barrial y popular organiza “poetas sociales”, como define Borello a sus compañeros y compañeras de la UTEP. Este sindicato, de profunda identidad, intuye que existen “estructuras partitocráticas” que se alejan “del sujeto pueblo” y que instrumentan una institucionalidad “más al servicio del status quo” que de la clase popular. La UTEP, sindicato que nuclea desde productores agrícolas hasta “cartoneros”, tiene como objetivo organizar a las clases trabajadoras de la informalidad para reclamar una mayor inclusión en las políticas públicas.
Para Borello, hay una necesidad de “construir un mundo posible” y que vivimos una época en la que “el capitalismo sin fin se está agotando”. Apoyándose en los principios fundantes de FUCVAM (autogestión, ayuda mutua) este sindicato busca brindar a sus bases uno de los derechos humanos más indispensable para la vida: una vivienda.
¿Usted se siente peronista hoy?
Sí. Creo que nunca dejás de ser peronista. No quiere decir estar ligado a la estructura. No estoy con el PJ. Nosotros reivindicamos un peronismo más silvestre, no como parte de las estructuras burocráticas.
Su militancia está más vinculada a las bases, entonces.
Va hacia las bases, sí.
¿Estuvo durante la fundación de la UTEP?
Sí. Es una experiencia que nació en la década del 90. Es un salto cualitativo en la cantidad de organizaciones que se vinculan y su objetivo es la sindicalización. Es un sindicato de nuevo tipo, de movimientos populares, que tiene varias ramas: desde la pesca artesanal, la agricultura familiar, la venta ambulante, los microemprendimientos y las tareas de cuidado.
¿La idea, entonces, es formalizar esos sectores de la economía?
Sí. Somos un sindicato de la economía popular. Es decir, toda aquella economía que nació cuando la política del neoliberalismo expulsó a algunos sectores.
Cuando nació la informalidad.
Claro. A medida que van naciendo nuevas experiencias de la economía, lo mejor es organizarse. El Papa Francisco nos dijo, cariñosamente, que nosotros nos tuvimos que inventar un trabajo, y nos llamó poetas sociales.
Citando la poesía como una forma de nombrar lo que no ha sido nombrado, me imagino. La historia del sindicato tuvo etapas. La década del 90 fue su nacimiento, ¿el resto?
Sí, nacimos desde lo urgente, desde el hambre, la calle, del no tener un techo para dormir. En definitiva, lo más urgente. En el desarrollo de la pelea, el movimiento comienza a nacionalizarse y en los medios de comunicación nos apodan los “piqueteros” que, con todo orgullo, es lo que somos.
¿Por qué se les pone el mote de piqueteros? ¿Por su forma de manifestarse?
Comenzamos a cortar rutas como una forma de manifestarnos y eso trasciende en el mundo. Porque ¿cómo hacías una huelga? Si estás desocupado no hacés huelga.
Hicimos un conflicto. Cortamos la Ruta 3 durante 18 días.
¿Qué partes conecta la ruta?
Es la ruta que pasa por La Matanza.
La zona más peronista, digamos.
Sí, es el municipio más peronista, históricamente más peronista. Luchamos por varios días. En un momento se tensa y Fernando de la Rúa, Presidente argentino, — asumió en 1999 y renunció a su investidura tres años más tarde en las huelgas del “Que se vayan todos” volando en un helicóptero el 20 de diciembre de 2001— plantea reprimir.
El conflicto se extiende a todo el país, se nacionaliza y se gana. El triunfo de la lucha fue la decisión de nacionalizar el movimiento.
¿Qué significa para usted nacionalizar el movimiento?
Institucionalizarlo más, darle un nivel de organicidad mayor a las coordinaciones que ya había. Darle un nivel de organización más estructurada.
¿Tienen sedes en todo el país?
Sí, en todo el país. Algunas luchas nacieron de manera paradigmática, pero lo cierto es que estábamos en todo el país. Eso generó un espacio de encuentro. Hicimos un encuentro nacional con trabajadores desocupados, movimientos populares, emprendimientos. ¿Qué hizo la prensa? Nos llamó “Encuentro de piqueteros”.
Más allá de eso, el Encuentro nos facilitó evolucionar en lo organizativo y lo político. Si bien la mayoría que lo integraban eran movimientos puramente reivindicativos, empieza a politizarse, ideologizarse y crece el rol que ocupamos en el espacio político.
¿Este cambio ideológico ocurre en 2001? ¿Conquistaron derechos?
Sí, ocurrió durante el argentinazo, en el que se vayan todos. Claramente, con 10 años de experiencia y lucha. Convertimos reivindicaciones de comida en logros y tuvimos un pico máximo: el salario social. Porque nos reivindicamos trabajadores.
¿Fue para esquivar el “vivir del Estado”?
Lo hicieron igual. Pero nosotros peleamos con eso permanentemente; te colgaban porque de esa manera trataban de desgastar la organización y que la sociedad no se vinculara con nosotros. Nos estigmatizaron y nos persiguieron desde los grandes medios de comunicación. Fue enfrentarnos a una arquitectura comunicacional al servicio de los intereses de los enemigos del pueblo.
¿Y ahí, en ese momento, siguieron organizándose en base a coordinadoras?
Sí. Después, en algún momento comenzamos a ver que la comunicación era muy importante. Justo en América Latina comienza un proceso interesante con Hugo Chávez, Lula y, bueno, acá, el Pepe. Que en América Latina el Pepe siempre jugó un papel muy fuerte.
Pero estábamos en 2001. Volvamos a la primera etapa. ¿Qué ocurrió en el “argentinazo”?
Bueno, asume Dualde y comienza a negociar con nosotros. Pero la pelea se reanuda en el Puente Pueyrredón, que termina en una masacre. Eso lleva a que Dualde llame a elecciones y gane Néstor Kirchner.
Néstor siempre fue un progresismo más jugado, mucho más popular. Algunos movimientos deciden no vincularse a la expresión, pero una parte mayoritaria de los movimientos nos identificamos en el proceso.
¿Esa división fue traumática dentro de la UTEP o fue una convivencia entre compañeros?
Se transitó como una diferencia de caminos, pero los caminos comunes seguían. La experiencia con Néstor fue muy fuerte. Algunos de nosotros tomábamos dentro de la organización una posición chavista. Mi organización de base, que tiene 30 años, siempre se jugó muy fuerte en el proceso.
¿Movimiento popular de los pibes?
Sí, somos de La Boca. Durante esos momentos asesinaron a “El Oso” Cisneros, unos narcos del barrio. Porque una organización territorial siempre representa un problema para ellos. Como teníamos un comedor, la organización estaba asentada y desarrollaba mucha actividad. Habíamos nacido en el 95.
La idea de organizarse territorialmente en La Boca, ¿cómo surgió?
Veníamos de una experiencia anterior, vinculada a la vivienda, en Palermo, donde rehabilitamos unas bodegas que habían quedado. En los´90 quebraron muchas empresas y sus bodegas quedan vacías. Aunque la toma no fue organizada, fue espontánea. Enseguida nos organizamos porque venía un desalojo. La lucha termina efectivamente el 4 de octubre de 1994, cuando la resistencia, pese a estar muy fuerte y de convertirse en un ícono, nos desalojan.
¿La ocupación era una medida de lucha común en ese momento?
No, era lo que ocurría por la desocupación.
¿Siempre fueron espontáneas?
Sí, pero con mucho control. Nos convertimos en dirigentes reconocidos. Después nos vamos a La Boca porque era un barrio muy popular con mucha tradición de lucha.
La cultura de la identidad.
La cultura de la identidad, sí. Entonces las familias ya eran muchas y están organizadas. En La Boca, construimos un comedor que comenzó a crecer. En algún momento, retuvimos un camión de comida, y ahí empezamos la pelea y van surgiendo desde abajo liderazgos.
Ya en 2003, cuando Néstor era gobierno, asesinan al Oso. Un narco al servicio de la comisaría, la policía le libera la zona, no sé si usan esta palabra ustedes, pero: le liberan la zona, para que el narco lo pueda asesinar y lograra escaparse.
Dos horas después tomamos la comisaría.
¿Cuál era el sentido de tomar la comisaría?
Pedir que detengan al asesino. Nos amenazaron durante seis meses. Nos habían dicho que iban a matar a alguien.
¿Cuántos militantes ocuparon la comisaría?
Esa noche, el 25 de junio, éramos cerca de cuarenta. En el puente Pueyrredón había una vigilia, porque se cumplían los dos años de la masacre. Matan esa noche a El Oso.
¿Cómo se enteraron que había sido asesinado?
El cadáver quedó en la casa. Murió por un balazo. Sí, murió por un balazo, enfrentándose a los sicarios. Ellos estaban lejos porque la policía los cuidaba. Era el narquito de la cuadra. Tomamos la comisaría, sacamos a los policías que quedaban, nos pegamos con armas y empezamos a exigir que detengan al asesino. Al otro día el asesino es detenido. Tuvieron que blanquearlo, buscarlo, mostrarlo y detenerlo. Obviamente que fue acusado por asesinato y fue preso.
A nosotros nos envían a juicio por tomar la comisaría. La causa pasa de 40 a tres compañeros, entre los que yo estaba incluido. Entonces, si bien el abogado nos recomienda no confesar, lo confesamos y sostuvimos que no solo lo hicimos, sino que también lo haríamos de nuevo. Pero la causa fue prescribiendo y no fuimos presos. La acusación podría haber sido por coacción agravada, pero la jueza no lo planteó.
La organización, lamentablemente, con un costo así crece, toma envergadura. Hoy estamos en varias provincias, tenemos cooperativas de trabajo, radios comunitarias, incluyendo la FM Riachuelo hace como 12 años.
¿Siempre tuvieron esa forma de organizar el trabajo informal o fue algo que se fue dando?
Tenemos varias cooperativas: de formación, de trabajo y cooperativas de pesca artesanal. Siempre en el trabajo hubo que organizarse. Fuimos peleándole al Estado mejores y más fáciles condiciones para cooperativizar.
¿Tienen un marco normativo que habilita esa forma de organizarse o fue algo que fueron conquistando?
Las dos cosas. Hoy tenemos cooperativas que las hemos ido conquistando. Había un formato burocrático muy tradicional. La pelea se ha mejorado y facilitado en muchos sentidos.
Es difícil sostener una cooperativa. Es un gasto. La fuimos sosteniendo al calor de la nueva economía que surgía. El sujeto trabajador fue desapareciendo y sigue creciendo la informalidad. Esa es la función del modelo de dominación global. En medio de la crisis civilizatoria multidimensional, estábamos al borde del colapso. Esta economía cada vez descarta más y cada vez mantiene menos. Igual no sé si podría retroceder antes de profundizar una crisis.
Nos fuimos consolidando con políticas que fomentan, propician la organización de esa economía. Institucionalizar lo que normalmente se llama informalidad.
¿Cuántos afiliados comenzaron a tener?
Después de lo de El Oso, comenzamos a crecer. Los cartoneros son un sector muy fuerte. La agricultura familiar también.
¿La agricultura familiar está distribuida en algunas provincias o en las ciudades también?
Sí, en todos lados. En todas las ciudades. En La Boca tenemos un predio de 500 metros cuadrados. Que es una parte de la autosubsistencia y es una parte educativa también.
En el momento dijiste que el fenómeno de la informalidad comenzó a crecer. En este sentido, ¿en qué momento están?
Estamos en un nivel avanzado de organización, que va creciendo en número de organizaciones. Tenemos una contraofensiva de derecha que instrumenta un ataque directo a los sindicatos y a los movimientos populares. Los movimientos populares somos los que vamos a resistir, porque en el sindicato algunos trabajadores tienen el recurso económico automático y pagan así la filial. Nosotros creemos que somos la fuerza motriz del cambio. Somos parte del sujeto pueblo y del sujeto trabajador, pero somos el eslabón más débil.
¿Actualmente es el sujeto más masivo dentro de la sociedad argentina?
Sí, somos el más masivo. No hay sindicato que movilice como lo hacen los movimientos populares. Mantenemos una identidad sindical porque la cultura trabajadora está fuertemente vinculada al peronismo en Argentina. No somos, como se dice, sindicatos de nuevo tipo, sino que estamos vinculados a una rama que tiene mucho que ver con la construcción territorial.
¿Cómo manejan esa ancla territorial a sabiendas de que cada barrio tiene sus características propias y su autonomía?
Las autonomías se hacen en cada lugar y todos las transitan de diferentes modos.
¿Surgen entonces liderazgos propios?
Sí, liderazgos de cada base.
¿Cómo?
Porque ahí refrendás la condición de liderazgo, permanentemente revalidados, porque no tienen título. Inclusive, aquellas organizaciones que logramos con este tipo de cosas, tenemos períodos cortos ligados a la conducción. El mandato se ejerce cotidianamente en cada base.
Después del kirchnerismo llegó Mauricio Macri y luego el gobierno de Alberto Fernández ¿cómo vivió el movimiento?
Con Macri comenzó a funcionar el andamiaje comunicacional, porque la estructura comunicacional es la artillería del enemigo. Con el macrismo fue muy fuerte. Pero logramos torcerle el brazo; solo se quedó cuatro años. Los movimientos populares, con resistencia y pelea, logramos torcerle el brazo también a Alberto Fernández.
¿Hubo una separación con el Partido Justicialista?
Sí. Esto corre por mi cuenta: no es una estructura que alberga a los peronistas, detenta una identidad, pero se identifica con una democracia que ya no es tal. Es una democracia que no es el gobierno del pueblo. Las estructuras partidocráticas se alejaron del pueblo, se convirtieron en instrumentos para sostener un status quo.
¿Cómo hacen los movimientos populares argentinos que están en la marginalidad con este aumento y el desdoblamiento, que, al menos tú, percibes con las bases?
La democracia no funciona, la marginalidad lo demuestra.
¿Cómo hacen para enfrentar una crisis civilizatoria o su consecuencia más cruda, también, organizándose?
Todo se trata de debates intensos. Internos e intensos, donde vamos directo a la mierda. Cuando quisieron que seamos militantes de gestión, en vez de lucha, comenzó el enojo.
Un enojo por el maltrato. No nos veían. Te comienzan a hacer marginal. Un enojo porque las políticas comienzan a ser contrarias a los intereses del movimiento popular y más aún porque caían en lo mismo: estigmatizarte. Hubo represiones, no comparables con las de ahora, pero las hubo.
Las políticas para este lado no aparecen. Las ayudas para fortalecer las organizaciones no aparecen, siguen apareciendo políticas asistenciales. Aunque no estábamos de acuerdo con el asistencialismo, comienzan a perpetuarlo.
Con todo esto, ¿logran generar una herramienta para la marginalidad?
Nosotros queremos trabajo. Profundizamos el camino del emprendimiento, pero ahora el sistema político es el que tiene que institucionalizar esta economía, que no es igual de abierta, pero representa un margen del 5 al 6 % de la economía real.
Con el paso del tiempo, ¿esta bronca derivó en el gobierno de Javier Milei?
Absolutamente. No podría haber ganado si no hubiera un voto de bronca. Aún sigue siendo un error votar al verdugo. Es un dato de la realidad, pero Milei es un candidato de diseño.
¿De diseño? ¿En qué sentido?
Es un candidato que el enemigo construye, entendiendo la bronca y el fenómeno que la tenía que acabar. Detrás de Milei hubo mucho marketing, como si fuera un producto de perfume. En realidad, si te ponés a pensar era imposible pensar que ese tipo sea Presidente de Argentina. Ahora hay piedra libre para Estados Unidos, Inglaterra e Israel, eso está clarísimo. Lo cierto es que él nunca ocultó lo que iba a hacer.
Es la representación del desgaste de la política más grande en los últimos 42 años de Democracia argentina. No necesitan institucionalidad, ni Estado Nación, necesitan un Estado efímero, volátil para que el poder fáctico actúe de hecho.
Con los resultados de las legislativas, donde Milei ganó en casi todas las provincias y en todos los municipios de Buenos Aires ¿cómo se paran ante este momento?
Estamos en el colapso. Nos hace falta construir otro mundo posible. Los zapatistas dicen que hay que tener un mundo donde quepan todos. Los poderosos dicen que si matamos a la mitad del planeta seguimos.
El capitalismo y el crecimiento sin fin están agotados.
Muchas de sus construcciones, como las grandes urbes, son inviables. Hay una crisis integral, está en riesgo la humanidad, el planeta. Porque nosotros sin planeta no sobrevivimos, pero el planeta sin nosotros sí.
También hay una cuestión ecológica. Es un tema del campo popular.
Me imagino que si sienten tanto la crisis y son su carne, la debaten día a día.
Sí, hay un fuerte debate. Nosotros planteamos construir una nueva geometría.
¿En qué sentido nueva geometría?
Nosotros heredamos una geometría de organización que nos imponen los dominadores. Argentina es uno de los países menos ocupados por kilómetro cuadrado y el 90% vive en ciudades. Hay nuevas geometrías, más comunitarias, más pequeñas, pero hacen una democracia mucho más participativa.
Quiero que la organización popular sea parte de un esquema de una democracia más viva, más directa, más participativa, más protagónica. No quiero que me des un cargo, quiero que esta organización sea más libre para que el pueblo viva dentro de un sistema democrático participativo, y no uno unipersonal o nominal. Una democracia más directa. No por representación, sino para representarse a sí mismo.
Los zapatistas arman los caracoles. Los venezolanos las comunas. En cada lugar debemos armar una comunidad. Porque si en la organización replicamos los conflictos de la sociedad salvaje, los más jóvenes saben que los estamos cagando. “Si ustedes se están matando entre ustedes me voy a la calle”, dicen y se van.
Qué desafío.
Es un desafío, sí. Un desafío en el medio del colapso.
Me gustaría, para finalizar el recorrido, que me comentes cuándo comenzaron a vincularse con FUCVAM y cómo.
Nosotros comenzamos nuestro vínculo con FUCVAM desde la década del´90. Siempre nuestro eje territorial fue la vivienda. Nos conocimos y vimos al sistema cooperativo muy asociado a lo comunitario.
A ver, lo cooperativo es la palabra formal.
Sí, la institucionalización de la comunidad.
El tema es que el espíritu cooperativo no te da una personería. Te lo da otra cosa. Nosotros mamamos lo comunitario y eso nos hizo sobrevivir la pandemia. Siempre tuvimos empatía con FUCVAM. Cuando tuvimos una experiencia en La Boca, agarramos dos o tres pisos, de 33 apartamentos de cuatro ambientes y construimos ligado a FUCVAM. Impulsamos una ley para regular la autogestión y construimos viviendas resistiendo, con la autogestión, la autonomía y la ayuda mutua. Y la autonomía no como algo liberal, de hago lo mío y vos lo tuyo, sino por un colectivo. Autonomía en función.
¿Ese edificio lo obtuvieron por ocupación?
No, por crédito hipotecario y luego por autoconstrucción. Logramos reducir un 40% el gasto en edificación. Fue una construcción tradicional, con tres ascensores y a 70 metros del río. Se construyó y se habitó.



